El ser humano es muy dado a pensar que la concepción de la vida sólo puede ser lo que él es capaz de imaginar creer o pensar; el sentido de trascendencia con frecuencia se cataloga como una "utopía".


Sin embargo, la capacidad de amar, odiar, alegrarse, deprimirse y otros tantos sentimientos que se experimentan en el interior de la persona, son los estímulos más fuertes que le caracterizan; puede que todo sea demostrable científicamente porque las neuronas o las hormonas u otros factores estén dirigiendo nuestros estados de ánimo; pero precisamente por la inteligencia que nos lleva a descubrir cada día más las causas del comportamiento humano, por esa misma inteligencia, no se puede cerrar la puerta a lo desconocido, creyendo que lo que no podemos demostrar, no existe.


El sabio, siempre deja una puerta abierta porque sabe que no está en total posesión de la verdad, y que le queda siempre mucho por descubrir, (principio de toda sabiduría).


Estas reflexiones son las que deberían impregnar el espíritu, para hacernos más comprensivos, amables y colaboradores en la búsqueda de la verdad.


Las prioridades del mensaje de Jesús siempre han ido en esa línea, para que pudiéramos aprender a ser libres sin menospreciar ni discriminar.


Yo me hago estas reflexiones y me pregunto; ¿En qué mundo vive la jerarquía eclesiástica? ¿se le ha pasado por la imaginación que todo ser humano tiene la capacidad de encontrarse con el espíritu independientemente de ella?.


Cuando las religiones se pongan a analizar su parte de error o verdad confrontándose con las demás y buscando juntas el sentido de trascendencia y el reconocimiento de quien siempre es más será posible el diálogo y la unidad en el mismo espíritu aunque cambien las formas.


Si esto no se cumple, ciertamente no estamos en el camino de la sabiduría buscando la verdad, entonces nuestras religiones no servirán para nada, o lo peor, serán medios de alienación que esclavicen y deterioren la capacidad del pensamiento humano.


"Además de principios éticos generales, las religiones pueden ofrecer modelos de vida inspirados en las grandes personalidades religiosas ( Confucio, Buda, Lao-tsé, Jesús de Nzaret, Francisco de Asís, Gandhi, Luther King, Bonhoffer, Ellacuría, Dalai Lama, Teresa de Calcuta etc..) motivaciones morales convincentes para actuar -no sólo ideas eternas o normas generales- que se plasman en nuevas actitudes y estilos de vida. Una determinación de fines frente al vacío que con frecuencia caracteriza nuestro mundo, y un horizonte de sentido de la vida, de la historia, del cosmos y en el horizonte de una realidad última que actúa ya en el presente y trasciende la muerte"


(Juan José Tamayo)

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