Esta es la pregunta que el ser humano se hace cuando ocurren las grandes tragedias como las que en esta época estamos presenciando; por una parte, las catástrofes naturales, y por otra, las provocadas por el mal existente en el mundo.

El caso es, que en estas ocasiones se interpela a Dios, se reza por las víctimas, y se espera que arregle lo que el hombre destroza. ¿En qué Dios estamos creyendo?, un Dios a la medida de nuestra mente no existe.

Quienes creen en el Dios que Jesús reveló, entienden que la mente humana no está capacitada para llegar a conclusiones que sólo pertenecen a la trascendencia, y que la Vida de la que habla el Evangelio, "no es de este mundo", de lo contrario se creería en un Dios a la medida de nuestras posibilidades, "de usar y tirar".

Si mientras se vive en la comodidad hubiera preocupación por vivir más allá de lo que las cosas y las personas nos ofrecen, cuando viniera lo negativo, en cualquiera de sus formas, encontraría a la persona en otra disposición de aceptación, por la esperanza bien arraigada en la Palabra de Sabiduría que infunde un Espíritu nuevo, como nueva será la Vida Eterna que comienza cuando se experimenta dicha trascendencia; cuando ya no se hace del presente algo absoluto, porque la Luz recibida ha dado la capacidad de tener unas certezas, que sólo se consiguen mediante el despojo de uno mismo, de dar la vida, de "perderla para ganarla".

Desde aquí quiero mandar todo mi apoyo y energía a quienes en este momento están dando su vida por los demás, sobre todo intentando parar las catástrofes nucleares; de éstos, ha habido muchos en el mundo, que la iglesia nunca investigó para canonizar. Yo no creo en esos reconocimientos que no valen para nada, pero demuestran que quien cree, sólo valora las "milagrerías" de algunos "enchufados" que además les aportan buenos beneficios económicos.

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Una vez más asistimos a catástrofes que podían evitarse, por lo menos en parte. Sabemos de los fenómenos naturales que por desgracia se llevan a tanta gente, pero la vida continúa; sin embargo ante una central atómica descontrolada no existen barreras, ni en el espacio ni en el tiempo, no causan muertes repentinas, sino lentas y que dejan secuelas indefinidas.




Hace muchos años que se descubrieron energías renovables, que con menos avaricia se podían haber puesto en marcha, pero una vez más el poder de los grandes potentados hace caso omiso de las manifestaciones en contra de este rumbo que toman quienes siempre quieren más a costa de lo que sea; son frecuentes los movimientos en contra de las centrales que vierten al mar los residuos, y contaminaciones de petróleo que a medio plazo dejarán sin vida la fauna marina. Todo esto no son hechos esporádicos, es una contínua destrucción.




Antes de fabricar elementos de tanta destrucción, deberían plantearse los problemas y sus soluciones, no después. O quizá es que no importa más que el presente "el que venga atrás que arrée".




Pues bien; sólo nos quedan los valores evangélicos, que humanizan y dan paz ante semejantes desastres, en la certeza de que estamos aquí de paso, y pronto descubriremos una nueva vida sin estos sobresaltos.

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