Una vez más asistimos a catástrofes que podían evitarse, por lo menos en parte. Sabemos de los fenómenos naturales que por desgracia se llevan a tanta gente, pero la vida continúa; sin embargo ante una central atómica descontrolada no existen barreras, ni en el espacio ni en el tiempo, no causan muertes repentinas, sino lentas y que dejan secuelas indefinidas.




Hace muchos años que se descubrieron energías renovables, que con menos avaricia se podían haber puesto en marcha, pero una vez más el poder de los grandes potentados hace caso omiso de las manifestaciones en contra de este rumbo que toman quienes siempre quieren más a costa de lo que sea; son frecuentes los movimientos en contra de las centrales que vierten al mar los residuos, y contaminaciones de petróleo que a medio plazo dejarán sin vida la fauna marina. Todo esto no son hechos esporádicos, es una contínua destrucción.




Antes de fabricar elementos de tanta destrucción, deberían plantearse los problemas y sus soluciones, no después. O quizá es que no importa más que el presente "el que venga atrás que arrée".




Pues bien; sólo nos quedan los valores evangélicos, que humanizan y dan paz ante semejantes desastres, en la certeza de que estamos aquí de paso, y pronto descubriremos una nueva vida sin estos sobresaltos.

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