Es muy frecuente escuchar de las personas mayores en general, que esta juventud no tiene valores, que sólo viven para lo inmediato, divertirse, "botellón" drogas y demás. Yo, no estoy de acuerdo, acabamos de presenciar un movimiento pacífico extraordinario, en favor de la democracia, el derecho a la vivienda, pidiendo la igualdad, libertad y otros muchos derechos humanos. En conclusión: una serie de denuncias que reclaman una sociedad mejor y una atención mayor a los más desfavorecidos.
Esta actitud, demuestra que los jóvenes tienen una sensibilidad exquisita y además son capaces de unirse cuando se trata de buscar el bien común.
Sería interesante saber cuantos de esos jóvenes son creyentes "practicantes" a la manera que hoy impone la institución eclesiástica; cuantos de los jóvenes que estarán el día 11 de agosto en Madrid para recibir al Papa, están junto con los "indignados".
Yo me sospecho que una minoría, si es que los hay, y mis preguntas son las siguientes; ¿con cual de estos movimientos se identificaría Jesús? Se ha hecho una gran comunidad para buscar el beneficio de todos, luchando por una vivienda digna, por un reparto equitativo que impida pasar por la miseria y el hambre, ¿No es esto compartir?, ¿No hay aquí un grado de sensibilidad que sabe amar?
Cuando los mayores y nuestra jerarquía eclesiástica sean capaces de denunciar públicamente como lo hacen ellos, podrán criticar a la juventud, mientras tanto, tomemos ejemplo, y reflexionemos sobre qué lado se posicionaría Jesús, si con la multitudinaria masa que aclama a un papa y pasa olímpicamente de estas realidades, o con todos aquellos que no tienen trabajo, vivienda, ni un sueldo digno que les permita comprar los artículos de primera necesidad.
La autoridad que hoy tiene el papa en esta sociedad, debería utilizarla para luchar codo a codo con quienes buscan una realidad mucho más evangélica que la de ser aclamado y agasajado por quienes tienen el dinero y el poder, dejando que preparen una acogida como la de un rey, y no ya sólo por lo que económicamente supone, sino por la contradicción que ello tiene con el Evangelio.
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