Estamos asistiendo a una polémica cada vez más constante; el reconocimiento de la mujer en la institución de la iglesia, el celibato opcional, y la lucha por desenmascarar a quienes viven de un sistema anclado en fundamentalismos y poder.


Yo, personalmente quiero que se me reconozca, pero no para ser "sacerdotisa", ni "obispa" ni para que se me conceda la posibilidad de presidir una Eucaristía; creo que sería suficiente con que quienes tienen todos estos "priviligios" bajasen de su pedestal y andubiéran codo a codo involucrándose en las necesidades de los demás, formando parte de la comunidad.


Si Jesús dijo "donde estén dos o más reunidos en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos", basta cualquier asamblea en donde se comparta la fe, y se ore para que ello sea ya una Eucaristía en la que ante Dios, todos somos iguales.


¿Donde se ha visto que Jesús pusiera condiciones a la hora de relacionarse con él?. El sacramento del bautismo se realiza cuando en nuestra conciencia recibimos el Espíritu de Dios; el de la confesión, cada vez que yo me reconozco ante Dios, egoísta y me propongo remontar mis limitaciones, sin necesidad de intermediarios. El del matrimonio, lo realizan los propios cónyuges con su entrega y amor, y así podríamos continuar con todos los demás.


Para muchas cosas se necesitan organizaciones, jerarquías y leyes, pero precisamente en el terreno espiritual y trascendente, el evangelio nos enseña la libertad, el respeto, el diálogo, la no discriminación, y está muy lejos de poner condiciones o leyes para poder vivir al estilo de Jesús.

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